Todos sabemos lo que es el miedo, porque a lo largo de nuestra vida, en algún momento, de una manera u otra hemos lo hemos sentido. Es una emoción primaria que está muy ligada al instinto más primitivo que todas las personas poseemos que es el de supervivencia, podemos tener miedo a las serpientes, al vacío, a los ratones, a las alturas, a las aglomeraciones, a estar en lugares cerrados, a la muerte, a la soledad, a volar… En definitiva, cada uno de nosotros tenemos nuestros propios miedos y hay muchos factores que puedan causar u ocasionar la aparición del miedo.
En psicología se estudia que el miedo aparece ante nosotros cuando valoramos una situación determinada y vemos que puede haber alguna amenaza para nosotros, ya sea física, mental, social, real o imaginaria, por tanto, su función es la de protegernos ante situaciones de riesgo para adaptarnos al entorno y al peligro. En el caso de exista un peligro real nuestro cuerpo se pone en alerta, activándose el cerebro y el sistema nervioso simpático, que es el encargado de preparar nuestro cuerpo para una huida o un enfrentamiento físico, mediante estímulos como los músculos se tensan, se produce un mayor bombeo de sangre por el corazón, un aumento del nivel de adrenalina en sangre, mayor nivel de oxigenación en el cuerpo, etc.
Una vez cese el estímulo que ha provocado este miedo, el sistema nervioso parasimpático se encarga de bloquear y volver a la normalidad todas las alertas activadas anteriormente por el sistema nervioso simpático. Este miedo que se denomina funcional porque nos ayuda a sobrevivir, también es adaptativo ya que nos permite adaptar nuestra conducta a las situaciones que nos presentan en nuestro beneficio, pero ¿qué ocurre cuando el miedo es disfuncional, es decir entorpece el desarrollo normal de nuestra vida, y no es adaptativo porque no es útil para nosotros, y tampoco es real sino que es imaginario, está en nuestra mente y se debe a un conjunto de experiencias previamente vividas a través de las cuales se observa e interpreta la realidad? Este tipo de miedo nos produce unos efectos emocionales tan negativos que nos paraliza, nos convierte en personas inseguras, invade nuestra mente de pensamientos negativos que se retroalimentan, nos produce insomnio, agobio, malestar, taquicardias, dolores de cabeza, nerviosismo, estrés, ataques de ansiedad, culpabilidad, caída de la autoestima, agotamiento…
En este momento, si no somos capaces de controlar la situación es el momento de pedir ayuda a un profesional, y si esta es vuestra decisión, nosotros os recomendamos, por experiencia propia, a la psicóloga Vanessa Sanz, quien te ayudará a dar el primer paso para salir adelante en todas las dificultades y sentimientos que entorpecen el día a día, puesto que es especialista en tratamientos para la depresión, trastornos de la ansiedad, fobia social, trastornos de personalidad, adicciones, esquizofrenia, terapia de pareja, terapia infantil, etc.
Famosas son las frases pronunciadas por el Presidente de los Estados Unidos Franklin Roosevelt “De lo único que debemos tener miedo es del propio miedo” y por el psicólogo Karl Albrecht “Tener miedo al miedo probablemente causa más problemas en nuestras vidas que el miedo en sí mismo”. Por ello, aunque el miedo no desaparezca debemos aprender a aceptarlo y vivir con él mediante una serie de técnicas, como son:
- El afrontamiento. Debemos dejar de evitar las situaciones que nos proporcionan ese miedo, exponiéndonos de forma gradual y controlada al estímulo. Esta exposición puede comenzar siendo imaginaria, para gradualmente y paulatinamente incrementar el nivel de exposición, de este modo conseguiremos no solo enfrentar el miedo, sino también a los propios síntomas que produce como taquicardia, sudoración, sensación de ahogo, temblor, etc.
- Desensibilización sistemática. Exposición a los estímulos, de menos a más, conforme a una lista jerarquizada y previamente establecida con el objetivo de reducir la activación psicofisiológica.
¿Cómo se puede mejorar la relajación?
Para ayudarnos en la relajación y a superar el miedo existen una serie de herramientas muy adecuadas y útiles como pueden ser:
- También llamado atención plena o conciencia plena, es una práctica basada en la meditación, que consiste en prestar una atención desapasionada a los pensamientos, las emociones, las sensaciones corporales y el ambiente que nos rodea, sin juzgar si son adecuados ni buscar soluciones. Se utiliza para mitigar el estrés, sobre todo el causado por el trabajo o por enfermedad.
- Práctica de hipnosis o autohipnosis. Cuando el miedo tiene su origen en el inconsciente, esta práctica nos permite descubrir la causa del miedo y resolverla.
- Es una disciplina física y mental originaria de la India, que se asocia con la meditación y el bienestar tanto físico como mental.