Todos conocemos enfermedades como el cáncer, diabetes, hepatitis, leucemias o el maldito covid que hemos conocido en los últimos años. Todas ellas pueden provocar un trastorno muy grande en nuestras vidas y darlas un giro de 180 grados. Cuando nos pensamos que a nosotros no nos puede tocar, llega y nos cambia todo. Ahora bien, existe otro tipo de enfermedad que no es tan conocida, o por lo menos no es tan evidente, pero que nos está causando muchas complicaciones en este siglo XXI. Se trata de la ansiedad, y para mí es la gran desconocida.
Y es que, en una sociedad en la que vivimos a 100 km/hora, en la que no tenemos tiempo para reflexionar para nada, la ansiedad está muy presente en la vida de todos. Lo que ocurre es que muchas veces no sabemos ni que padecemos este problema. Yo convivo con ello desde hace unos cuantos años. Una carga de trabajo y unos problemas familiares provocaron que un día mi cuerpo dijera “hasta aquí hemos llegado”. Aún recuerdo aquel día. Me encontraba en el trabajo y empecé a perder el conocimiento, mareos fuertes, la voz de la gente se distorsionaba. Y sobre todo, taquicardia en el corazón, fuertes sudores y presión en uno de los brazos.
Algo que se puede confundir con un infarto, pero que rápidamente comprobé que era problemas de ansiedad. Así que no tuve más remedio que acudir al médico, aunque está claro que la ansiedad necesita algo más que una pastilla para cuidarse. Y es que se trata de una enfermedad con muchos matices sicológicos. Y es que no es tan fácil deshacernos de la cantidad de cosas que tenemos en la mente. Incluso cuando lo intentamos, yéndonos a un lugar tranquilo y apacible, notamos que tenemos la mente dando saltos de un lado a otro sin descanso.
El estrés y la ansiedad viene de la forma en que pensamos aunque no seamos conscientes de todos esos pensamientos. Nos sentimos abrumados y nos cuesta relajarnos. En general, no son pensamientos necesariamente malos, y tenemos la capacidad de tolerar cierto nivel de estrés, pero cuando experimentamos estrés constantemente y con mucha fuerza se convierte en un problema que tiene un impacto negativo en todo lo que sentimos o vivimos.
Cómo tratarlo
Como nos apuntan desde Psicólogos Gestalt podemos aprender a gestionar nuestros pensamientos desde una perspectiva diferente, sin que sean catastróficos. Cuando vamos conociendo nuestros mecanismos internos, podemos mantener el equilibrio incluso en las situaciones complicadas.
Como bien explican los terapeutas Gestalt para la ansiedad, no podemos eliminar nuestros pensamientos o sensaciones pero podemos intentar llevarlos de otra manera, sin dejarnos atrapar. Comprender lo que nos pasa nos da confianza, sobre todo si somos capaces de reconocerlo con amabilidad hacia nosotros mismos, admitiendo nuestra dificultad.
Si intentamos salir de los problemas “pensando” nos metemos en un bucle, ya que estamos sobrecargados de pensamientos. Necesitamos encontrar la manera de soltar, de dejar ir, de salir de esos automatismos.
Hay muchas cosas en las que pensar: nuestro trabajo, nuestras relaciones, nuestro crecimiento personal y nos olvidamos de que parar es una buena manera de apreciar el valor de la vida tal como es.
Técnicas
Existen varias técnicas en la Gestalt que puedes usar y servirte de ellas en situaciones concretas de tu vida, para sentir que estás más presente, que disfrutas más de la vida, que conectas con tus seres queridos de una forma natural.
Muchas personas acuden a esta consulta, tanto presencial como online, por estar presentando síntomas de ansiedad y angustia. Este motivo de consulta lo vemos cada vez más presente, sobre todo por los cambios y las demandas de la sociedad actual. Por ello, muchos piden trabajar sus miedos irracionales: gestión de la vulnerabilidad, el exceso de control y alerta, la relación entre el miedo y el deseo, etc.
se entiende la angustia como la brecha que existe entre el momento presente y el después. La angustia puede afectarnos enormemente, por eso comprender de dónde surge puede facilitarnos a dirigir nuestra mirada hacia el lugar de donde procede y tomar así consciencia de lo que nos está afectando. Nuestro cuerpo nos está avisando que algo no va bien, se trata de ocuparnos de ello y de nosotros mismos.
Por ejemplo, en su caso, la primera visita tiene una duración entre 20-30 minutos. Te atenderá el profesional que más se adapte a tus necesidades y horario y podrá orientarte desde ese primer momento en lo que necesites.
Es el momento de dar el paso y reconocer que sufrimos de ansiedad, el peor enemigo al que nos enfrentamos.