La sostenibilidad es un plus añadido en cualquier ámbito y aspecto de la vida. En los últimos años, la economía circular y lo sostenible están cobrando tal relevancia que suscita numerosos debates. Algo que en principio puede parecer sostenible, resulta que bien mirado, no lo es tanto. Por el contrario, algo que parece no ser sostenible, puede serlo en gran medida. Es el caso del plástico, por citar un ejemplo. En según qué ámbito y su tipo, puede resultar sostenible o altamente contaminante.
Aunque es posible que pocos se lo hayan planteado, a primera vista, el césped artificial puede resultar una solución sostenible pero, ¿lo es en realidad? En este artículo, vamos a despejar esta incógnita para averiguar si el césped es mejor natural o artificial. Puesto que se trata de una alternativa llena de ventajas y beneficios, válida indistintamente para un jardín, terraza o azotea, piscina o incluso, campo de fútbol. Colocar césped artificial puede proporcionar un entorno más agradable, bonito y cómodo que resulta más verde y permanece impecable durante todo el año.
Si algo bueno tiene el césped artificial es que requiere un mínimo mantenimiento, lo que constituye una fuente de ahorro en tiempo, esfuerzo y agua, además de en los recursos necesarios, directamente relacionado con el cuidado de un césped natural, como son los fertilizantes, plaguicidas, maquinaria o servicio de jardinería, entre otros. Como nos cuentan los expertos en césped artificial de Verde Ibérica, se trata de una solución ideal, duradera, resistente y segura para niños y mascotas. El césped artificial se convierte en un oasis verde de tranquilidad que favorece la tranquilidad y calidad de vida en un entorno familiar.
Como se puede comprobar, el césped artificial ofrece numerosas ventajas y beneficios a nivel propietario. Pero de lo que queremos tratar es de sostenibilidad, por lo que vamos a contar algunas de las razones que hacen que este material resulte ecosostenible y la mejor alternativa frente al césped natural.
Aspectos que hacen que se trate de un material sostenible
Empecemos por lo evidente: el ahorro en agua. El césped artificial contribuye a ahorrar miles y miles de litros de agua al año. Ya sabemos que la escasez de agua es un problema creciente a nivel mundial, sobre todo en determinados puntos. Evitar el desperdicio de un bien tan escaso y necesario regando jardines o campos de fútbol o cualquier otro deporte, se ha convertido en una prioridad para la sociedad. Razón por la que son muchas las ciudades que están reemplazando las zonas de césped natural por césped artificial. Como resultado, millones de litros de agua que se ahorran a lo largo de todo el año.
En el caso de los jardines privados, el ahorro de agua supone una cifra por igual, considerable. Teniendo en cuenta el ahorro económico unido a que esa agua puede destinarse a otro fin más necesario, resulta bastante sostenible.
Pasemos a las emisiones nocivas. Resulta que el césped artificial evita emisiones de carbono. Son cientos de litros de gasolina los que utilizan las máquinas destinadas a la jardinería que funcionan con este combustible. Los motores de combustión que utilizan los cortacéspedes y desbrozadoras son devoradores de gasolina que emiten gran cantidad de sustancias nocivas. La reducción del uso de este tipo de maquinaria es notable si se cambia el césped natural por artificial, lo que supone un alternativa ecológica que reduce la huella de carbono una vez se ha colocado.
Tampoco requiere del uso de productos tóxicos para su cuidado. Todo jardín o campo deportivo, así como cualquier espacio que cuente con césped natural, requiere de la aplicación periódica de fertilizantes, pesticidas, herbicidas y demás productos químicos. Todos ellos con un alto contenido en sustancias tóxicas. Esta peligrosa combinación de productos sintéticos, liberan al año ingentes cantidades de gas de óxido nitroso a la atmósfera. Además de ser necesario un uso intensivo y continuo de recursos energéticos para su fabricación. No en vano, la industria química es una de las que más contaminación produce. Por lo que el césped artificial carece de esta necesidad de utilizar productos químicos tóxicos para su mantenimiento y la eliminación de plagas y malas hierbas.
No genera residuos, otro factor más que favorable y sostenible. Al contrario de lo que sucede con el césped natural que deja tras de sí residuos de pesticidas, herbicidas y fertilizantes, restos de hierba cortada y malas hierbas, sedimentos y lo que genera la maquinaria utilizada, el césped artificial no requiere apenas mantenimiento ni genera residuos. Además de que, al finalizar su vida útil, se puede reciclar totalmente.
Otro de los aspectos a considerar es que se trata de un material que evita la erosión del suelo y lo protege. Las lluvias intensas pueden provocar una fuerte erosión, sobre todo cuando se trata de terrenos inclinados o cercanos a elevaciones como prados o montes. Esta erosión arrastra la hierba y lo que pase por su camino, deteriorando la tierra y provocando sedimentación en el curso de los ríos y riachuelos. Gracias a la elevada capacidad de drenaje del césped artificial proporciona una superficie estable que conserva el suelo y protege los sistemas hídricos del exceso de sedimentación.
Por último, destacar su durabilidad y larga vida útil, ya que puede permanecer en perfectas condiciones durante años, sin necesidad de mantenimiento, replantación o rehabilitación. Una vez que llegue el fin de su vida útil es reciclable y reutilizable lo que hace que se trate de un material sostenible cien por cien. Además de que se trata de un material que no genera contaminación acústica, puesto que no requiere de maquinaria ruidosa como el cortacésped para su mantenimiento.
¿Realmente es tan sostenible el césped artificial?
Todo lo expuesto anteriormente es cierto sin lugar a dudas. A priori el césped artificial, resulta muy sostenible y la solución ideal para cualquier jardín o espacio que requiera de un césped. No necesita riego, ni mantenimiento, corte periódico… puede fabricarse con materiales reciclados y reciclarse… Sin embargo, también hay que hablar de otros aspectos, como por ejemplo sus componentes contaminantes y la generación de microplásticos que derivan de su fabricación.
Cuando este tipo de césped se introdujo en las viviendas o campos de futbol, incluso en espacios públicos de toda índole, la iniciativa se recibió como un gran avance en lo que a sostenibilidad respecta. Aun se considera así como ya hemos visto. No es necesario regarlo, poco coste de mantenimiento, materiales utilizados para su fabricación reciclados… Su valor era y es tan elevado que en nuestro país, se han ido sustituyendo los campos de fútbol de césped natural por césped artificial.
La composición de los campos de este tipo de material es algo que conviene tener en cuenta, del mismo modo que se consideran todas sus virtudes y cosas positivas. Este tipo de cobertura artificial se fabrica con fibra de polietileno y una base de poliuretano o látex, sostenidos a su vez, por una gran cantidad de granulado que ejerce como arena, procedente de neumáticos reciclados. Hasta aquí todo muy sostenible en apariencia, puesto que se han encontrado contaminantes en las corrientes de agua que discurren por las aguas pluviales del césped artificial que, resultan dañinos para la vida acuática. Uno de estos contaminantes no es otro que el zinc. Tanto las partículas de relleno como las fibras de césped sintético que se rompen, pueden migrar lejos de los lugares en los que se encuentra. Por lo que queda patente que el césped artificial deja una huella ambiental notable.
Este hecho es uno de los errores que más se cometen a la hora de plantear alternativas sostenibles, no tener en cuenta que la solución, a priori muy adecuada, puede conllevar unas consecuencias que sin ser iguales, pueden tener por igual efectos colaterales negativos, no contemplados. Si bien es cierto todo lo señalado y que el césped artificial no necesita ser regado y consume mucha menos cantidad de agua, es posible que contamine los recursos naturales cercanos con microplásticos y otra serie de elementos con poder contaminante.
Los estudios más recientes indican que el césped artificial desprende microplásticos que llegan a ríos y mares. Se han analizado el estado de riso como el Guadalquivir o ríos menores de la costa catalana, y propone una metodología para identificar los microplásticos presentes en el césped artificial con objeto de prevenir que estos se disipen en el medio ambiente y generen contaminación.
A modo de conclusión, el césped artificial puede resultar más positivo que negativo. Si bien es cierto que puede producir contaminación en cierta medida, los beneficios son mayores, por lo que podemos comprobar. De cualquier modo, aunque pueda resultar extraño, lo contradictorio de esta cuestión en particular es que se pretende vender como sostenible un elemento artificial poniéndolo en contraposición con algo natural. Este hecho puede llegar a descolocar, por mucho que las explicaciones sean certeras. El césped natural será siempre natural, lo que contamina es la mano del hombre y no la naturaleza. Por otro lado, el césped artificial resulta además de ecosostenible, lo suficientemente cómodo como para que se convierta en el material por excelencia para embellecer cualquier espacio. Como fuere, el césped artificial resulta beneficioso aunque cuente con algunos aspectos menos favorables.